El hombre no creó el tejido de la vida, sólo es una hilacha. Lo que hagáis a
este tejido, os lo hacéis a vosotros mismos. No, el día y la noche no pueden
vivir juntos.
Nuestros muertos siguen viviendo en los dulces ríos de la Tierra, y regresan
de nuevo con el suave paso de la Primavera, y su alma va con el viento, que
sopla rizando la superficie del lago.
Consideramos la posibilidad de que el hombre blanco nos compre nuestra
Tierra.
Pero mi pueblo pregunta: qué es lo que quiere el hombre blanco? Cómo se puede
comprar el Cielo, o el calor de la Tierra, o la velocidad del antílope? Cómo
vamos a venderos esas cosas y cómo vais a poder comprarlas? Es que, acaso,
podréis hacer con la Tierra lo que queráis, sólo porque un Piel Roja firme un
pedazo de papel y se lo dé al hombre blanco?
Si nosotros no poseemos el frescor del aire, ni el brillo del agua, cómo vais
a poder comprárnoslo? Es que, acaso, podéis comprar los búfalos cuando ya
habéis matado al último?
Consideraremos vuestra oferta. Sabemos que si no os la vendemos vendrá el
hombre blanco y se apoderará de nuestra Tierra. Pero nosotros somos unos
salvajes.
El hombre blanco que va en pos de la posesión del poder, ya se cree que es
Dios, al que le pertenece la Tierra. Cómo puede un hombre apoderarse de su
madre?
Consideraremos
vuestra oferta de comprar nuestra Tierra. El día y la noche no pueden vivir
juntos. Consideraremos vuestra oferta de que vayamos a una reserva. Queremos
vivir aparte y en paz. No importa dónde pasemos el resto de nuestro días.
Nuestros hijos verán a sus padres sumisos y vencidos. Nuestros guerreros
estarán avergonzados. Después de la derrota pasarán sus días en la holganza,
y envenenarán sus cuerpos con dulce comidas y dulce bebidas.
No importa dónde pasemos el resto de nuestros días. No quedan ya muchos. Sólo
algunas horas, un par de inviernos, y no quedará ningún hijo de la gran
estirpe que en otros tiempos vivió en esta Tierra, y que ahora en pequeños
grupos viven dispersos por el bosque, para gemir sobre las tumbas de su
pueblo, que en otros tiempo fue tan poderoso y lleno de esperanza como el
vuestro.
Pero, por qué
consternarse por la desaparición de un pueblo? Los pueblos están constituidos
por hombres. Es así. Los hombres aparecen y desaparecen como las olas del
mar. Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios camina a su lado, y habla con
él, como el amigo con el amigo, puede librarse del común destino. Quizá
seamos hermanos. Esperamos verlo.
Sólo sabemos una cosa
-que quizá un día el hombre blanco también descubra-, y es que nuestro Dios,
es el mismo Dios suyo, Vosotros, quizá, penséis que le poseéis -igual que
tratáis de poseer nuestra Tierra-, pero no podéis. Es el Dios de todos los
hombres, lo mismo de los Pieles Rojas que de los blancos. Aprecia mucho esta
Tierra y el que atente contra ella significa que desprecia a su Creador.
También los blancos desaparecerán, y quizá antes que otras estirpes.
Continuad contaminando vuestro lecho y una noche moriréis en vuestra propia
caída. Pero al desaparecer brillaréis por el fuego del poderoso Dios, que os
trajo a esta Tierra, y que os destinó a dominar al Piel Roja en esta Tierra.
Este destino es para nosotros un enigma. Cuando todos los búfalos hayan
muerto, los caballos salvajes hayan sido domados, y el rincón más secreto del
bosque haya sido invadido por el ruido de muchos hombres, y la visión de las
colinas esté manchada por los alambres parlantes, cuando desaparezca la
espesura, y el águila se haya ido, esto significará decir adiós al veloz
potro y a la caza.
El final de la vida -y el comienzo de la otra vida. Dios os concedió el
dominio sobre estos
animales, los bosques y los Pieles Rojas por un determinado motivo. Y es
motivo es un enigma para nosotros.
Quizá podríamos comprenderlo si supiésemos qué es lo que sueña el hombre
blanco, qué ideales ofrece a los hijos en las largas noches invernales, y qué
visiones arden en su imaginación, hacia las que tienden el día de mañana.
Pero nosotros somos salvajes, los sueños del hombre blanco nos están ocultos,
y porque nos están ocultos nosotros vamos a seguir nuestro propio camino.
Pues, ante todo, nosotros estimamos el derecho que tiene cada ser humano a
vivir tal como desea, aunque sea de modo muy diverso al de sus hermanos. No
es mucho lo que nos une.
Consideraremos vuestra oferta. Si aceptamos es sólo por asegurarnos la
reserva que habéis
prometido. Quizá allí podamos acabar los pocos días que nos quedan viviendo a
vuestra manera.
Cuando el último Piel Roja de esta Tierra desaparezca y su recuerdo sea
solamente la sombra de una nube sobre la pradera, todavía estará vivo el
espíritu de mis antepasados
en estas orillas y estos bosques.
Pues ellos amaban esta Tierra, como ama el recién nacido el latido del
corazón de su madre. Si os llegáramos a vender nuestra Tierra, amadla, como
nosotros la hemos amado. Cuidad de ella, como nosotros la cuidamos, y
conservad el recuerdo de esta Tierra tal como os la entregamos.
Y con todas vuestras fuerzas, vuestro espíritu y vuestro corazón, conservadla
para vuestros hijos, y amadla, tal como Dios nos ama a todos. Pues hay algo
que sabemos,
que Dios es el mismo Dios.
Esta Tierra es sagrada para Él. Ni siquiera el hombre blanco se puede librar
del destino común.
Quizá somos hermanos. Esperamos verlo.
Parte I http://lacienciadivulgativa.blogspot.com.es/2012/04/antropologia-carta-del-jefe-seatle-al.html |
miércoles, 25 de abril de 2012
Antropología: Carta del jefe Seatle al presidente de los EEUU (parte 2)
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