martes, 24 de abril de 2012

Domesticación del perro: ¿ligada a neandertales?


Al abordar el tema de la domesticación nuestra mente acude de forma automática al proceso de neolitización por el cual el ser humano a partir de la observación de la naturaleza se convierte en productor de sus propios alimentos y en un paso consciente derivado de sus capacidades intelectuales transforma animales y plantas salvajes en domesticas una vez iniciado el Holoceno. Y es posible que en un rango amplio los hechos descriptos respondan a la realidad prehistórica, pero los escasos datos con que contamos de la domesticación del lobo y su evolución en otra subespecie, la del perro, parece que tomó otro camino evolutivo distinto.

¿Qué dicen los estudios genéticos?

Un estudio científico comparativo de lobos y perros encabezado por Carles Vilà fue publicado en la revista “Nature” en 2008. Sus resultados fueron sorprendentes, establecía la derivada genética de ambos caninos en al menos 135.000 años, durante el Pleistoceno medio. Y aunque es posible una sobreestimación de los resultados por cuestiones técnicas (de hecho los investigadores posteriormente lo matizaron en 100.000 años), en cualquier caso nos ofrece una aparición del perro doméstico mucho más antigua de lo que los datos arqueológicos permiten apreciar, además de ser un proceso sorprendentemente ligado a poblaciones neandertales en Europa.  Aunque de momento no existen pruebas arqueológicas que liguen yacimientos neandertales con restos fósiles de los primeros perros domésticos.

Otro dato interesante que sugiere el estudio es que el perro tiene un origen multirregional, es decir, su domesticación se produjo en varios lugares y en momentos distintos de forma independiente, además de confirmar al lobo como antepasado del perro, descartando a otros cánidos como coyotes y zorros. Posteriormente, el intercambio genético entre poblaciones de lobo y perro durante largos periodos parece estar detrás de la gran variabilidad de razas de perros, junto con la selección artificial obra del ser humano a partir del final del Paleolítico superior. La única raza de perro actual que no desciende del loco es el perro fuegino, descendiente del zorro rojo.

¿Qué dice la arqueología?

Sabemos que el primer animal domestico que acompañó los ancestros fue el perro, pero el registro arqueológico es parco en cuanto a restos fósiles de perro se refiere. Los datos certeros más antiguos se remontan al Auriñaciense, uno de los periodos iniciales del Paleolítico superior. La escasa representación de restos fósiles de perro hasta momentos finales del Paleolítico puede explicarse en base a dos motivos, los primeros perros no se diferenciarían sustancialmente a nivel morfológico de su especie ancestral, el lobo, y el proceso de domesticación del perro estaría más bien relacionado con su propia deriva genética y no con un proceso consciente impulsado por el ser humano.

La primera prueba arqueológica corresponde a los restos fósiles de la Cueva Razboinichya en los montes Altai (Siberia) donde se localizó un cráneo, una mandíbula y varios dientes en perfecto estado de conservación, datados en 33.000 años (Auriñaciense). Su estudio se dio a conocer a la comunidad científica a principio de 2012 a través de la revista de libre acceso PLoS ONE. Su morfología está directamente relacionada con el lobo y aunque los descendientes del espécimen de Siberia se extinguieron, estos mostrarían cierto parecido con Samoyedos actuales.

Cráneo del cánido de los montañas de Altai

La siguiente evidencia fósil de un perro domesticado se remonta a 31.700 años BP, época en que por toda Europa se extendía la cultura Auriñaciense. Los fósiles fueron localizados en el yacimiento belga de Goyet durante de una excavación del siglo XIX, una posterior revisión del material permitió su clasificación correcta. El estudio apareció en 2008 en la revista científica Journal Archaeological of Sciencie. Este perro auriñaciense presentaba algunas diferencias con  respecto a los actuales, con una mayor capacidad craneal y un hocico más corto y ancho, pero sobretodo un mayor tamaño en los dientes.

Cánido de Goyet
En 2011, en la revista Journal of Archaelogical Science, se presentaron los restos de tres esqueletos de perros datados entre 26.000 y 27.000 años (Gravetiense) de antigüedad, los fósiles fueron encontrados en un yacimiento de la República Checa. Uno de los cráneos presenta especial interés ya que fue enterrado ritualmente con un hueso de mamut entre los dientes, siguiendo los esquemas del Paleolítico superior. Estos cráneos comienzan a diferenciarse de sus antepasados los lobos, con un cráneo más bajo. Los investigadores plantearon en su momento la hipótesis de que fueron empleados como animales de carga debido a su gran tamaño.

Cánido de la República Checa
No es hasta hace 17.000 años cuando se detecta una presencia importante de perros en los yacimientos arqueológicas. Cabe señalar en este sentido el yacimiento ucraniano de Eliseevichi I, en la cuenca del río Dnipier, donde se documentan restos fósiles de cánidos similares a los huskis siberianos. Esta significativa diferencia entre los datos aportados por la genética y la arqueología puede explicarse por la no excesiva diferenciación morfológica de los especímenes de lobos y los primeros ejemplares domésticos de perro.


¿Cómo fue la domesticación?

Sabemos que el lobo es un animal social, que se constituye en grupos jerárquicos con un gran instinto de solidaridad y compañerismo. También conocemos que el lobo acompaña al ser humano en los yacimientos arqueológicos al menos  desde el Pleistoceno medio, hace 400.000 años, es posible que ese proceso de domesticación fuese endógeno al propio lobo, que el proceso estuviese programado en sus propios genes y que los largos periodos de colaboración con el ser humano lo desarrollase como una ventaja evolutiva a partir de la interacción entre ambos. Sería este un aspecto muy interesante ya que apoyaría la teoría de evolución por colaboración y no competencia entre carroñeros y ser humano. En un principio el lobo se acercaría a los grupos y poblados humanos para aprovechar los restos de los animales cazados o carroñeados por el ser humano, los cachorros nacidos en las cercanías de dichos poblados siguiendo su conducta social innata verían a los humanos como parte integrante de su grupo social con lo que mostrarían el mismo grado de aceptación de la jerarquía que con el resto de la manada, creando el mismo vínculo que con el resto de individuos de su especie y acabando por colaborar en la caza y en la defensa de los poblados frente a otros predadores.

Chauvet y las pisadas                                                  
Chauvet tiene uno de los conjuntos de representaciones rupestres más impresionantes de la Humanidad, y como alcanzado cierto nivel de excelencia jerarquizar entre pares es una mera cuestión de inclinación, de gusto, para mi incluso está por encima de los referentes mundiales de Altamira (Cantabria) y Lascaux (Francia). Sus pinturas, policromas y de una calidad excepcional, desbastaron las teorías evolucionistas de las representaciones rupestres al ser descubiertas y posteriormente datadas en más de 32.000 años. Pero además, contiene una de las pruebas arqueológicas de la domesticación del perro datada durante el Auriñaciense: la cueva ha conservado las huellas de un niño que exploró la cueva con una antorcha acompañado por un perro. Los restos de la antorcha han permitido datar las pisadas  mediante el análisis del C14 en más de 26.000 años.

2 comentarios:

  1. Manuel Herrera-Usagre12 de marzo de 2013, 8:30

    Lo de Chauvet no tiene nombre. Es increíble la capacidad que tenían para la memoria visual. Sobre todo con los grandes felinos, los verían de lejos, muy de lejos, y aún así, un perfil perfecto.

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  2. Hola Manuel

    Sin duda son magníficas las representaciones simbólicas de felinos en Chauvet con esa sensación de movimiento. Lo que no tengo tan claro es que les viesen de tan lejos, me da la sensación que más de uno tuvo que correr con ellos, y no detrás, sino delante :)

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