Al abordar el tema de la domesticación
nuestra mente acude de forma automática al proceso de neolitización por el cual
el ser humano a partir de la observación de la naturaleza se convierte en
productor de sus propios alimentos y en un paso consciente derivado de sus
capacidades intelectuales transforma animales y plantas salvajes en domesticas
una vez iniciado el Holoceno. Y es posible que en un rango amplio los hechos
descriptos respondan a la realidad prehistórica, pero los escasos datos con que
contamos de la domesticación del lobo y su evolución en otra subespecie, la del
perro, parece que tomó otro camino evolutivo distinto.
¿Qué dicen los estudios genéticos?
Un estudio
científico comparativo de lobos y perros encabezado por Carles Vilà fue
publicado en la revista “Nature” en 2008. Sus resultados fueron sorprendentes,
establecía la derivada genética de ambos caninos en al menos 135.000 años,
durante el Pleistoceno medio. Y aunque es posible una sobreestimación de los
resultados por cuestiones técnicas (de hecho los investigadores posteriormente
lo matizaron en 100.000 años), en cualquier caso nos ofrece una aparición del
perro doméstico mucho más antigua de lo que los datos arqueológicos permiten
apreciar, además de ser un proceso sorprendentemente ligado a poblaciones
neandertales en Europa. Aunque de
momento no existen pruebas arqueológicas que liguen yacimientos neandertales
con restos fósiles de los primeros perros domésticos.
Otro dato
interesante que sugiere el estudio es que el perro tiene un origen
multirregional, es decir, su domesticación se produjo en varios lugares y en
momentos distintos de forma independiente, además de confirmar al lobo como
antepasado del perro, descartando a otros cánidos como coyotes y zorros.
Posteriormente, el intercambio genético entre poblaciones de lobo y perro durante
largos periodos parece estar detrás de la gran variabilidad de razas de perros,
junto con la selección artificial obra del ser humano a partir del final del
Paleolítico superior. La única raza de perro actual que no desciende del loco
es el perro fuegino, descendiente del zorro rojo.
¿Qué dice
la arqueología?
Sabemos que el primer animal domestico
que acompañó los ancestros fue el perro, pero el registro arqueológico es parco
en cuanto a restos fósiles de perro se refiere. Los datos certeros más antiguos
se remontan al Auriñaciense, uno de los periodos iniciales del Paleolítico
superior. La escasa representación de restos fósiles de perro hasta momentos
finales del Paleolítico puede explicarse en base a dos motivos, los primeros
perros no se diferenciarían sustancialmente a nivel morfológico de su especie
ancestral, el lobo, y el proceso de domesticación del perro estaría más bien
relacionado con su propia deriva genética y no con un proceso consciente impulsado
por el ser humano.
La primera prueba arqueológica
corresponde a los restos fósiles de la Cueva Razboinichya en los montes Altai
(Siberia) donde se localizó un cráneo, una mandíbula y varios dientes en
perfecto estado de conservación, datados en 33.000 años (Auriñaciense). Su
estudio se dio a conocer a la comunidad científica a principio de 2012 a través
de la revista de libre acceso PLoS ONE. Su morfología está directamente
relacionada con el lobo y aunque los descendientes del espécimen de Siberia se
extinguieron, estos mostrarían cierto parecido con Samoyedos actuales.
La
siguiente evidencia fósil de un perro domesticado se remonta a 31.700 años BP,
época en que por toda Europa se extendía la cultura Auriñaciense. Los fósiles
fueron localizados en el yacimiento belga de Goyet durante de una excavación
del siglo XIX, una posterior revisión del material permitió su clasificación
correcta. El estudio apareció en 2008 en la revista científica Journal
Archaeological of Sciencie. Este perro auriñaciense presentaba algunas
diferencias con respecto a los actuales,
con una mayor capacidad craneal y un hocico más corto y ancho, pero sobretodo
un mayor tamaño en los dientes.
Cánido de Goyet |
En 2011, en la revista Journal of
Archaelogical Science, se presentaron los restos de tres esqueletos de perros
datados entre 26.000 y 27.000 años (Gravetiense) de antigüedad, los fósiles
fueron encontrados en un yacimiento de la República Checa. Uno de los
cráneos presenta especial interés ya que fue enterrado ritualmente con un hueso
de mamut entre los dientes, siguiendo los esquemas del Paleolítico superior. Estos
cráneos comienzan a diferenciarse de sus antepasados los lobos, con un cráneo
más bajo. Los investigadores plantearon en su momento la hipótesis de que
fueron empleados como animales de carga debido a su gran tamaño.
Cánido de la República Checa |
No es hasta
hace 17.000 años cuando se detecta una presencia importante de perros en los
yacimientos arqueológicas. Cabe señalar en este sentido el yacimiento ucraniano
de Eliseevichi I, en la cuenca del río Dnipier, donde se documentan restos
fósiles de cánidos similares a los huskis siberianos. Esta significativa
diferencia entre los datos aportados por la genética y la arqueología puede
explicarse por la no excesiva diferenciación morfológica de los especímenes de
lobos y los primeros ejemplares domésticos de perro.
¿Cómo fue la domesticación?
Sabemos que el
lobo es un animal social, que se constituye en grupos jerárquicos con un gran
instinto de solidaridad y compañerismo. También conocemos que el lobo acompaña
al ser humano en los yacimientos arqueológicos al menos desde el Pleistoceno medio, hace 400.000 años,
es posible que ese proceso de domesticación fuese endógeno al propio lobo, que
el proceso estuviese programado en sus propios genes y que los largos periodos
de colaboración con el ser humano lo desarrollase como una ventaja evolutiva a
partir de la interacción entre ambos. Sería este un aspecto muy interesante ya
que apoyaría la teoría de evolución por colaboración y no competencia entre
carroñeros y ser humano. En un principio el lobo se acercaría a los grupos y
poblados humanos para aprovechar los restos de los animales cazados o
carroñeados por el ser humano, los cachorros nacidos en las cercanías de dichos
poblados siguiendo su conducta social innata verían a los humanos como parte
integrante de su grupo social con lo que mostrarían el mismo grado de
aceptación de la jerarquía que con el resto de la manada, creando el mismo
vínculo que con el resto de individuos de su especie y acabando por colaborar en
la caza y en la defensa de los poblados frente a otros predadores.
Chauvet y las
pisadas
Chauvet tiene uno de los conjuntos de representaciones
rupestres más impresionantes de la Humanidad, y como alcanzado cierto nivel de
excelencia jerarquizar entre pares es una mera cuestión de inclinación, de
gusto, para mi incluso está por encima de los referentes mundiales de Altamira
(Cantabria) y Lascaux (Francia). Sus pinturas, policromas y de una calidad
excepcional, desbastaron las teorías evolucionistas de las representaciones
rupestres al ser descubiertas y posteriormente datadas en más de 32.000 años.
Pero además, contiene una de las pruebas arqueológicas de la domesticación del
perro datada durante el Auriñaciense: la cueva ha conservado las huellas de un
niño que exploró la cueva con una antorcha acompañado por un perro. Los restos
de la antorcha han permitido datar las pisadas
mediante el análisis del C14 en más de 26.000 años.
Lo de Chauvet no tiene nombre. Es increíble la capacidad que tenían para la memoria visual. Sobre todo con los grandes felinos, los verían de lejos, muy de lejos, y aún así, un perfil perfecto.
ResponderEliminarHola Manuel
ResponderEliminarSin duda son magníficas las representaciones simbólicas de felinos en Chauvet con esa sensación de movimiento. Lo que no tengo tan claro es que les viesen de tan lejos, me da la sensación que más de uno tuvo que correr con ellos, y no detrás, sino delante :)