domingo, 26 de febrero de 2012

Estudio genético de caballos salvajes representados en las cuevas de la prehistoria


Los caballos de Pech-Merle fueron representados con realismo

Curso online. Diseño profesional mediante el software libre #Inkscape aplicado al patrimonio.

Los avances en el campo de la genética están abriendo nuevas vías de investigación en casi todos los campos de la ciencia, incluido el estudio de las representaciones de las sociedades paleolíticas de cazadores-recolectores durante el Pleistoceno. En noviembre de 2011 la revista científica PNAS publicaba un estudio de paleogénetica sobre genotipos de caballos salvajes de la Prehistoria, realizado por un equipo internacional de trabajo dirigido por Melanie Pruvost entre los que participaban investigadores españoles (UAM).

Las llamativas representaciones de caballos con puntos negros de la cueva de Pech-Merle (Francia) provocaban entre los arqueólogos y prehistoriadores uno de los debates más interesantes y recurrentes. Los investigadores dividían sus posiciones entre los que defendían que las representaciones del Pleistoceno reflejaban la variabilidad existente y los que entendían que en realidad respondían a representaciones simbólicas. Ambos planteamientos acaban en discusiones interminables en el marco teórico, difícilmente resolubles. Las conclusiones del estudio han despejado en parte el panorama confirmando que este tipo de caballos trotaban por las praderas del Paleolítico superior en Europa y que responden a retratos realistas más que a interpretaciones simbólicas del ser humano prehistórico, lo cual resta bastante valor simbólico a estas primeras manifestaciones rupestres del Homo sapiens.

Para el estudio se analizó el ADN procedente de restos fósiles (dientes y huesos) de caballos rescatados en niveles arqueológicos de entre 35.000 y 5.000 B.P. de quince yacimientos de la Península Ibérica, Siberia, Francia y Europa del este. De una muestra de treinta y un ejemplares, cuatro de ellos aportaron el gen ligado al tipo de “caballo leopardo”, dieciocho son de color marrón y siete negros. En otros dos ejemplares muestreados también apareció el gen moteado, en este caso pertenecían a fósiles de la Edad del Bronce. El equipo de investigación trabajó sobre nueve locus de ADN nuclear relacionados con la pigmentación del pelaje. Hasta ahora las hipótesis manejaban la posibilidad de que el pelaje moteado de algunos de los caballos domesticados actuales (raza Knabstrupper…) fuese fruto precisamente de la domesticación y la selección de ejemplares.

Las  representaciones de caballos moteados de Pech-Merle están datados en 25.000 B.P.Otros casos de representaciones paleolíticas de caballos moteados es el caballo blanco con manchas negras de la cueva de la Pileta (Málaga), el caballo negro con manchas blancas de la cueva de Lascaux (Francia) o los ejemplares de Mostespan y Mayenne-Sciences (Francia).


Reseña literaria: Okela, espartanos en Cantabria (novela histórica).


“…parte de Cantabria fue sojuzgada por los espartanos. Aquí también está Okellas, ciudad que se dice fundada por Okela…”
Estrabón-Geográfica III,4,3

Esta es una de las citas más misteriosas y desconcertantes de la documentación clásica sobre el pueblo cántabro. Fue escrita por el geógrafo e historiador griego Estrabón a comienzos del siglo I. Por sus escritos conocemos buena parte de los rasgos culturales y etnográficos de los cántabros antiguos y de los acontecimientos históricos de las Guerras Cántabras que permitieron al emperador Augusto cerrar las puertas del templo de Jano y decretar la Pax Romana tras el sometimiento de los cántabros.
Es, precisamente, esta cita la excusa que sirve al escritor cántabro Pedro Santamaria para recrear una magnífica novela histórica ambientada en el 480 a.C. durante los últimos días de la ciudad griega de Esparta antes de que fuese destruida por las tropas del rey persa Jerjes (en la novela), cuyo poderoso ejército avanzaba implacable sobre Grecia, en el contexto de las Guerras Médicas.
Okela es el jefe del ejército espartano protagonista de la historia. Los espartanos, convencidos de la inevitable destrucción de su patria, se reúnen en Consejo y deciden consultar los augurios de los dioses, los cuales hablan de la inevitabilidad del destino espartano y ordenan a Okela, que no muera con honores en la batalla por defender la ciudad como es costumbre entre los espartanos, sino que ha de partir junto a los 300 espartanos más valientes hacia tierras lejanas y desconocidas. Los dioses le encomiendan llevar los bronces de las leyes espartanas y fundar una nueva Esparta junto a las fuentes de Iber en Iberia (“las fuentes del Nilo occidentales”).
En contra de su voluntad, Okela cumple el deseo de los dioses, perdiendo en la guerra a su mujer y su hijo, a sus amigos y a su patria, emprendiendo un apasionante viaje jalonado de peligros y aventuras hasta llegar junto a sus leales soldados a su nueva tierra, que es además la de los irreductibles cántabros, donde comenzará una nueva vida.
El relato ficticio se constituye en el andamiaje perfecto para armar una descripción cuidada y rigurosa de la vida espartana y cántabra, de sus costumbres, sus usos y caracteres. Plantea el libro las similitudes de ambos pueblos, su pasión por la guerra, sus estrategias en el campo de batalla, el desprecio por la muerte, su vida “espartana”, su disciplina, el respecto y el papel de las mujeres en ambos pueblos... El autor otea en el horizonte la posibilidad de que tanta coincidencia, junto a la cita de Estrabón, no sea fruto de la casualidad, pero sin querer caer en la tentación de formular una teoría histórica sobre el origen de los cántabros para la que no se cuenta con pruebas.
En suma, imprescindible lectura para los apasionados de la Historia antigua.