“…parte de Cantabria
fue sojuzgada por los espartanos. Aquí también está Okellas, ciudad que se dice
fundada por Okela…”
Estrabón-Geográfica III,4,3
Esta es una de las citas más
misteriosas y desconcertantes de la documentación clásica sobre el pueblo
cántabro. Fue escrita por el geógrafo e historiador griego Estrabón a comienzos del siglo I. Por sus escritos conocemos buena
parte de los rasgos culturales y etnográficos de los cántabros antiguos y de
los acontecimientos históricos de las Guerras Cántabras que permitieron al
emperador Augusto cerrar las puertas del templo de Jano y decretar la Pax Romana tras el sometimiento de los cántabros.
Es, precisamente, esta cita la excusa
que sirve al escritor cántabro Pedro Santamaria para recrear una magnífica
novela histórica ambientada en el 480 a.C. durante los últimos días de la
ciudad griega de Esparta antes de que fuese destruida por las tropas del rey
persa Jerjes (en la novela), cuyo poderoso ejército avanzaba implacable sobre Grecia, en el
contexto de las Guerras Médicas.
Okela es el jefe del ejército
espartano protagonista de la historia. Los espartanos, convencidos de la
inevitable destrucción de su patria, se reúnen en Consejo y deciden consultar
los augurios de los dioses, los cuales hablan de la inevitabilidad del destino
espartano y ordenan a Okela, que no muera con honores en la batalla por defender
la ciudad como es costumbre entre los espartanos, sino que ha de partir junto a
los 300 espartanos más valientes hacia tierras lejanas y desconocidas. Los
dioses le encomiendan llevar los bronces de las leyes espartanas y fundar una
nueva Esparta junto a las fuentes de Iber en Iberia (“las fuentes del Nilo occidentales”).
En contra de su voluntad, Okela
cumple el deseo de los dioses, perdiendo en la guerra a su mujer y su hijo, a
sus amigos y a su patria, emprendiendo un apasionante viaje jalonado de
peligros y aventuras hasta llegar junto a sus leales soldados a su nueva
tierra, que es además la de los irreductibles cántabros, donde comenzará una
nueva vida.
El relato ficticio se constituye en el andamiaje perfecto para armar una descripción cuidada y rigurosa de la vida
espartana y cántabra, de sus costumbres, sus usos y caracteres. Plantea el
libro las similitudes de ambos pueblos, su pasión por la guerra, sus
estrategias en el campo de batalla, el desprecio por la muerte, su vida “espartana”,
su disciplina, el respecto y el papel de las mujeres en ambos pueblos... El autor
otea en el horizonte la posibilidad de que tanta coincidencia, junto a la cita
de Estrabón, no sea fruto de la casualidad, pero sin querer caer en la
tentación de formular una teoría histórica sobre el origen de los cántabros
para la que no se cuenta con pruebas.
En suma, imprescindible lectura
para los apasionados de la Historia antigua.
Un libro muy recomendable.
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