domingo, 11 de febrero de 2018

Los soportes del #arte mobiliar durante el #Paleolítico.


El arte paleolítico se plasma en paredes, suelos, y techos en los que el grado de variación de humedad resulta realmente importante tanto para su ejecución como para su conservación. Por la inadecuada denominación de arte rupestre paleolítico entendemos las manifestaciones simbólicas que se desarrollan en todo el mundo pero con especial énfasis en la zona franco-cantábrica durante el Pleistoceno final, durante más de 30 milenios, en cuevas, abrigos y en estaciones al aire libre. Se define en contraposición con el arte mobiliar porque no puede ser desplazado en condiciones normales de su lugar original, hechas en soporte parietal. Estas manifestaciones se localizan principalmente en el interior de las cuevas, aunque es posible que ésta sea la visión que tenemos en la actualidad debido a los problemas de conservación de los yacimientos al aire libre o en las entradas de las cuevas, donde las representaciones están más expuestas a la acción erosiva y degradante de los agentes meteorológicos.

Venus de Hohle Fels también datados entre 35.000 y 40.000 B.P.

Los soportes del arte mobiliar

Al intentar proporcionar una definición de arte mueble o mobiliar nos encontramos con la dificultad de que este es una especie de “cajón de sastre” en el cual los arqueólogos han incluido todos los objetos susceptibles de ser desplazados y que a su vez contienen la impronta de alguna manifestación gráfica realizada por la mano del ser humano con una clara intencionalidad. De esto se deriva que se incluyen dentro del mismo concepto objetos como una clara funcionalidad práctica, como pueden ser las azagayas decoradas, con otros objetos cuya practicidad puede ser al menos discutible como las Venus o los colgantes de adorno.



A nivel formal podemos hacer una primera clasificación que distingue tres tipos de soportes: alargados, planos y de forma cilíndrica. El ser humano paleolítico recurre a diversos materiales para dar soporte a estos objetos. Dentro de sus estrategias económicas se encontraba la maximización del aprovechamiento de los recursos cinegéticos obtenidos. De este modo, nos encontramos que la caza además de proporcionar recursos alimenticios también era aprovechada para obtener dicho soportes “artísticos”. Así tenemos que el registro arqueológico nos proporciona objetos de arte mueble fabricados soportes orgánicos como en huesos, astas, dientes, marfil o conchas. No hemos de dejar de señalar el perfil “mentiroso” del registro arqueológico, ya que hay materiales perecederos como la madera o las pieles curtidas que por razones de conservación no están presentes en el mismo pero que sin duda fueron soportes de las manifestaciones mobiliares.
Las posibilidades de aprovechamiento con fines gráficos no son similares ni en todos los animales ni siquiera en todas las partes óseas de un mismo animal. Nos encontramos pues, con que los animales más aprovechados durante el Paleolítico superior fueron los grupos de cérvidos, aves y équidos, existiendo ejemplos de otros muchos incluidos los huesos de los seres humanos como en la cueva vasco-francesa de Isturitz. Por otro lado, las partes óseas más aprovechadas son los huesos planos y largos como las costillas, así como las astas. En este punto hemos de señalar un hueso significativo porque llega incluso a determinar la propia manifestación artística: el hueso hiodes por su propia naturaleza morfológica recuerda las cabezas de cérvidos, hecho que es aprovechado para elaborar representaciones de bulto redondo a base de unos pocos retoques como el grabado, fundamentalmente cabezas de cabra, aunque existen ejemplos de otros animales como caballos o aves. Éste tipo de figuras, que apuntan a nivel técnico a la emergencia de la escultura, se denominan contornos recortados.



Los otros soportes, como el marfil y los dientes, por su propias características intrínsecas de dureza necesitan ser preparados y tratados previamente para ser objeto de representaciones gráficas. Esta característica determina también que principalmente sean destinados a la fabricación de colgantes mediante una perforación. Son excepcionales las figuras talladas en diente como la representación femenina de yacimiento francés de Mas d´Azil. No se determina un patrón definido de preferencia por la dentición de ningún animal, incluso se ha documentado una cuenta de collar en la cueva de Bèdeilhac (Francia) fabricada con dientes humanos. Algo más comunes son las figurillas en marfil, ejemplos paradigmáticos son las estatuillas auriñacienses provenientes de diversos yacimientos alemanes, como el caballo y el mamut de Vogelherd datados en 35.000 B.P., o el Hombre-león y la Venus de Hohle Fels también datados entre 35.000 y 40.000 B.P.

Un caso parecido son los objetos fabricados sobre conchas, normalmente sólo lleva una perforación que denota su uso como colgantes y raramente nos encontramos con representaciones. Como excepción a la norma nos encontramos la cabeza de un bisonte representada en el interior de una concha de Mas d’Azil.

Sin embargo no son estos los únicos materiales aprovechados durante el Paleolítico para expresarse gráficamente, también son comunes los soportes de origen inorgánico como la pizarra, el lignito, el hematites, el talco, la cuarcita, la caliza, la arcilla o incluso el ámbar, como el raro ejemplar de la estatuilla de una cabeza de caballo del yacimiento Isturitz (País Vasco-francés).

En cuanto a los soportes no orgánicos ya hemos dicho que los materiales empleados son diversos y su estudio se aborda desde un punto de vista arqueológico desde aspectos formales. Aunque normalmente su decoración responde a las técnicas del grabado es también habitual el uso de motivos pintados. La elección del tipo de material viene determinada por la abundancia presente en el entorno cercano, aunque se conocen materiales localizados y desplazados desde largas distancias.
Nos encontramos con cantos rodados, definidos por su forma circular redonda en el caso de aquellos formados por la erosión dentro de un medio fluvial y los definidos por su forma aplanada cuya erosión ha sido causada por el movimiento del agua marina.

El segundo soporte son los bloques, diferenciados de los anteriores por su mayor volumen y tamaño pero no lo suficiente como para que sean inamovibles y por lo tanto clasificados dentro del arte rupestre. Su forma suele ser informe, irregular, al no haber estado expuestos a procesos erosivos tan agresivos como los anteriores sino de fragmentación. Para ejemplificar este punto recurriremos a la cueva de Abauntz donde son varios los bloques localizados con grabados con motivos geométricos-abstractos, animalísticos como un caballo o el bloque grabado interpretado como un mapa de la zona datado en 13.600 cal B.P., del cual sólo hay un paralelismo en unos huesos grabados de Moravia (Chequia).

El tercer grupo es el de las plaquetas o losetas que por su propia morfología plana y con dos caras bastantes regulares propician su decoración. En el yacimiento de La Marche centenares de losetas de calizas fueron decoradas con grabados de diferentes temáticas, entre ellas la representación humana con rasgos personales y no como convenciones. Estas plaquetas habían sido colocadas como suelos de cabañas. En España el ejemplo recurrente es el de las plaquetas paleolíticas de Parpalló (País Valencià).

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