martes, 26 de febrero de 2013

El ritual funerario del Paleolítico superior: el enterramiento de la cueva de El Mirón (Cantabria)




A finales del año pasado un grupo de investigación de la Universidad de Cantabria dirigidos por el catedrático de Prehistoria Manuel González Morales daba a conocer a los medios de comunicación los resultados obtenidos en la última campaña arqueológica en la cueva de “El Mirón” (Ramales de la Victoria-Cantabria) representaba la documentación del primer el enterramiento atribuible al período Magdaleniense inferior de la Península Ibérica, cuya datación por carbono 14 retrotraería el depósito funerario a hace 19.000 B.P. Si revisamos un poco más los detalles de esa datación hemos de observar que esa fecha se obtuvo a partir de la datación de restos óseos de animales recuperados en el mismo estrato arqueológico que los restos óseos humanos. La datación se completó con fechas obtenidas de restos carbonizados de madera de enebro procedentes del estrato de tierra que recubría el enterramiento y que arrojaron una fecha coherente: 18.300 B.P.

El enterramiento

En el enterramiento de El Mirón estamos ante un depósito de un individuo juvenil de aspecto grácil, parece bastante plausible que se corresponda con un sujeto femenino, en el que está en representado gran parte del esqueleto postcraneal pero aún así faltan algunas piezas, que quizás se documenten en posteriores intervenciones. Se trata de un enterramiento secundario, esto significa que los restos óseos fueron recogidos y depositados en el lugar que se han localizado un tiempo después de la muerte. Esta hipótesis se establece a partir de las marcas de posibles mordeduras observadas en una de las tibias. El estudio tafonómico detallado de las mismas permitirá determinar si fueron producto de la acción de depredadores o bien se deben a descarnados internacionales por parte de sus congéneres como parte del ritual de inhumación. Una vez depositados los huesos se recubrieron con ocre, ritual frecuente durante el Paleolítico superior, además en el mismo estrato y asociado a lo huesos aparecieron una serie de pequeñas hogueras que pudieran formar parte del enterramiento. Este es un aspecto singular de la cueva cántabra, ya que no se había documentado en ningún otro enterramiento conocido. Además, el depósito tenía una losa de unos 40 cm con grabados paleolíticos, cuya relación con la inhumación no es posible afirmar con rotundidad. El hallazgo se produjo de forma fortuita al intentar datar los grabados que se observan en las paredes de la cueva de El Mirón y que en parte estaban cubiertos por los estratos de tierra en los cuales se localizó en depósito funerario.

Restos humanos de "El Mirón"

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Más datos

El estudio de los isótopos resulta de gran interés ya que proporciona datos de los posibles movimientos migratorios realizados en su periplo vital por la mujer enterrada. Los trabajos sobre el ADN de los huesos recuperados están en manos del prestigioso Instituto Max Planck (Alemania) de antropología evolutiva. Sus análisis permitirán en un futuro la obtención de interesantes datos acerca de la población cantábrica durante el Pleistoceno final, conocer sus características físicas, el tipo de dieta ingerida, las patologías sufridas y una datación directa de los huesos...

Rituales paleolíticos

El mundo de los rituales funerarios durante el Paleolítico superior es un fenómeno complejo a la vez que desconocido en gran parte. La dificultad de comprender toda su complejidad se entiende por la escasa muestra del registro arqueológico. Esconde un mundo ideológico que probablemente nunca lleguemos a desentrañar en sus últimas consecuencias. La localización de la inhumación no corresponde a un patrón definido. Conocemos enterramientos documentados en abrigos rocosos, en las entradas de las cuevas, en zonas escondidas y remontas de la grutas, al aire libre e incluso en el suelo de las cabañas. Las inhumaciones pueden ser tanto colectivas como individuales, aunque se conoce un mayor número de estas últimas, no deja de haber ejemplos como sepulcros con dos o tres individuos. Estos enterramientos paleolíticos pueden ser tanto de adultos como de individuos infantiles, aunque en su mayoría corresponden a adultos masculinos.

Durante el Paleolítico el ritual funerario es, a pesar de las divergencias, un fenómeno bastante uniforme, con los lógicos matices en cada yacimiento. Frecuentemente la inhumación es practicada en fosas, aunque existen ejemplos de enterramientos en pequeñas cistas de piedra. Un rasgo recurrente en casi la totalidad de los casos documentados es el recubrimiento de los restos con capas de polvo de ocre, o bien en su defecto el depósito de los restos óseos sobre una cama de ocre. Una lista completa de los yacimientos con rituales funerarios conocidos excede a este artículo, sin embargo conviene citar algunos a modo de ejemplo como Kostienki (Rusia), La Madaleine (Francia), el abrigo de Grimaldi o Acquedolci (Italia). Las fosas están rodeadas de hileras de piedras o cantos y sobre el individuo de forma recurrente se colocaba una losa. Existen ejemplos que presenta variaciones como en el caso de El Mirón, en que la inhumación se rodea de pequeñas hogueras o el yacimiento de Dolni Vestonice donde se utilizaron los omóplatos de mamut decorados con pinturas y grabados de forma similar a la colocación de los cantos. De hecho, esa clara asociación de representaciones paleolíticas y ritual funerario, permite pensar en la posibilidad de que los grabados del enterramiento de El Mirón estén relacionados con las prácticas funerarias documentadas.

Otro de los rasgos comunes a una parte de estos enterramientos de época paleolítica es la presencia de ajuares junto a los restos óseos humanos, aunque en una mayoría no presentan ajuar. La composición del ajuar es variada, no se define un criterio claro, pudiendo incluir objetos personales como adornos o collares, útiles de piedra, armas u otros objetos decorados con grabados. Entre los objetos de adorno personal están las conchas perforadas, seguramente utilizadas como colgantes, dientes de animales, anillos de hueso o figuras talladas de animales. Algunos autores mantienen la hipótesis de que esos ajuares supondrían el reflejo de una diferenciación económica. Sin embargo, en una economía de cazadores-recolectores no parece que las diferencias económicas sean importantes por la ausencia de propiedad privada y de acumulación, por lo que los ajuares indicarían más bien diferenciadas en el estatus social derivado de las diferentes funciones ejercidas dentro del grupo, también indicarían diferencias tribales.

Por último, parece también significativo que en muchos de los rituales documentados se haya encontrado rodeando a la tumba o encima de los cadáveres propiamente huesos de animales, frecuentemente grandes mamíferos, el más recurrente es el mamut. Como ejemplo describiremos una tumba datada en el Magdaleniense de una mujer de unos 25 años, sita en el yacimiento Saint Germain-La Revière (Francia) que consistía en una especie de cista formada por piedras hincadas, junto a ella apareció un cráneo de “Bos primigenius”. Al esqueleto lo rodeaban diferentes cráneos de caballo y bisonte.

Crítica

Me resulta chocante muchas veces leer en libros especializados hipótesis explicativas de los rituales funerarios paleolíticos que no tienen mucha base científica, argumentando sin ninguna prueba arqueológica que fundamente sus explicaciones. En muchos casos reflejan más los prejuicios y la propia cultura de los investigadores que alguna realidad palpable en el registro arqueológico. En mi opinión una explicación incompleta o incluso descriptiva es mucho más apropiada que una explicación fundamentada en los prejuicios y la ideología del ser humano moderno y eurocéntrico. Frecuentemente vemos explicaciones de este fenómeno que nos hablan de la creencia del hombre paleolítico en la vida después de la muerte. Sin negar de forma rotunda esa posibilidad, estos razonamientos no pasan de ser meras especulaciones imposibles de demostrar con las pruebas arqueológicas, y eso no es ciencia. Otro ejemplo claro de esto es la utilización de ocre en la mayor parte de los yacimientos. Algunos investigadores han asociado el ocre con la sangre en base a color rojo y su empleo en los enterramientos ha sido interpretado como una forma de volver a la vida al individuo después de la muerte. Hay otros investigadores, a mi modo de ver en una línea más acertada, que buscan explicaciones más concretas, y partiendo del profundo conocimiento que el ser humano del Paleolítico tenía de las propiedades de los recursos de la naturaleza interpreta un uso aséptico del ocre en el tratamiento de los restos óseos.

En realidad, las únicas conclusiones científicas que podemos extraer de este fenómeno, es decir, lo único que nos permiten contrastar los enterramientos paleolíticos es la conciencia plena que en esta época el ser humano ya poseía acerca del significado de la muerte y del desarrollo pleno de vínculos emocionales entre los miembros del grupo que en lugar de dejar abandonados los cuerpos sin vida de sus congéneres más próximos les daban enterramientos como prueba de afecto. La ideología, el pensamiento motor de este tipo de comportamientos es irrecuperable y quedó sepultado para siempre con sus protagonistas.

Publicado el 6 de marzo de 2011 en el diario "Alerta" (Cantabria) y recuperado por el reciente estudio sobre enterramientos paleolíticos..

8 comentarios:

  1. Hola Ivan,
    digo yo que sólo soy una seguidora del trabajo de ustedes porque esos primeros hombres me fascinan. Es que acaso un "ajuar" no pude ser simplemente dejar algo tuyo al lado del muerto porque lo amas? O algo suyo porque lo respetas? Es que acaso esos hombres eran menos hombres que nosotros?. Parece que sólo actuaban por relación de parentesco y por jerarquía social Uffff! Será que es poco científico hablar de los sentimientos pero te aseguro que ellos los tenían igual que nosotros.
    Gracias Ivan, leo tus entradas, luego voy e investigo en la web y me meto en esas cuevas con ellos e intento ser uno de ellos para entenderlos.Les debemos muchísimo porque fue una cosa muy larga y dura sobrevivir.Seguro nos podrían enseñar cómo salir de la trampa en que nos hemos metido.
    Soy geógrafo, te diría que soy naturalista si esa categoría no estuviera extinta. Hay un misterio allí que me fascina.
    Un saludo afectuoso

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  2. Hola Marta

    encantado de leer de nuevo tus comentarios en el blog. No se si te he entendido bien pero intentaré responderte.

    Los ajuares en la prehistoria no se definen por su intencionalidad, de hecho por ajuares entendemos todo tipo de objetos depositados junto a un cadáver de forma intencional. Estos puede ser desde flores a armas, independientemente de que indiquen diferenciaciones sociales. En los ajuares del paleolítico es difícil discriminar intenciones.

    Claro que los seres humanos del paleolítico al enterrar a sus congéneres tenían sentimientos como nosotros, lo que pasa es que esos sentimientos son difíciles de rastrear en el registro arqueológico. Una buena prueba de que el ser humano del paleolítico tenía sentimientos como nosotros son las evidencias de que cuidaban a los ancianos y discapacitados, así como a los enfermos (lee este post http://lacienciadivulgativa.blogspot.com.es/2012/03/paleantropologia-la-discapacidad-en-los.html)

    La emocionalidad y por tanto los sentimientos es uno de los aspectos que se estudian cuando se aborda el desarrollo cognitivo durante el Paleolítico superior:

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    1. Hola Iván,
      como siempre, un artículo muy interesante. Me gustaría intervenir en relación a la discusión que plantea Marta respecto a los "ajuares". Me gustaría aportar una matización que se hace desde la Antropología y que se aplica habitualmente en los contextos funerarios de la Prehistoria Reciente, que son los que yo conozco, y que formalmente son semejentes a los que describes. En estos contextos se diferencia entre ajuar, que serían los objetos personales relacionados directa y específicametne con el individuo inhumado, y ofrendas, que son aquellos otros que aparecen en el contexto funerario pero que son depositados por la comunidad a la que pertenecía el difunto por la razón que sea. Los primeros pueden informar sobre el rango y estatus del individuo dentro de una comunidad (esto no necesariamente significa que existan diferencias sociales, pues las distinciones se realizan por muchas razones, las más habituales por sexo y edad). Los segundos aportan datos sobre aspectos relacionados con los ceremoniales vinculados a los decesos. En este campo, la aparición repetitiva de determiandas acciones durante miles de años, como la incoporación de astas de cérvidos, la adición de ocre u otros colorantes, permite inferir que, más allá de la emotividad, los ceremoniales vinculados a la muerte durante la Prehistoria están vinculados a la realización de actos ritualizados que forman parte de los aspectos ideológicos que permiten la cohesión y reproducción social. En este sentido, la emotividad es una potente herramienta de cohesión grupal, en unas comunidades en las que es muy dudosa la configuración de familias y relaciones de parentesco como nosotros las entendemos. En todo caso, las vias de expersión de la emotividad respecto a la muerte parecen moverse dentro de unos parámetros aparentemente formalizados previamente. Y pongo un ejemplo para que se me entienda. En nuestro entierros actuales expresamos nuestro dolor por la pérdida de un ser querido a través de acciones que están claramente reguladas por el ceremonial, en el caso de España por la Iglesia católica, y que prefijan las vías admisibles: la inclusión de ofrendas florales y no de otro tipo, por ejemplo. Actos ritualizados y emotividad no tienen por que ser excluyentes.

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  3. Hola Iván.
    Gracias por estos artículos tan interesantes. Leyendo este último, me venía a la mente la idea de que es triste pensar que nunca sabremos realemnte y a ciencia cierta cuál era el sentido de muchas de las cosas que se descubren en los yacimientos...muchos secretos que quedarán sin ser desvelados sujetos a nuestra interpretación.

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  4. Es probable que muchas cosas queden sin conocerse su significado profundo pero cada vez que avanza la investigación tenemos la certeza de conocer mejor nuestro pasado remoto.
    La arqueología y la prehistoria no son ciencias exactas y siempre estarán sujetas a la interpretación subjetiva, aunque cada vez menos y ya contamos con muchos datos objetivos.

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  5. ¿Uso aséptico del ocre?... ¿enterramientos como prueba de afecto?... Eso es tan científico como afirmar que existió ya un cierto sentido de la trascendencia, de esperanza en al vida ultraterrena. Hoy día seguimos enterrando con esta motivación: ¿no es lícito -y objetivo- pensar que pudo ser así también en el pasado?.

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