El
Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria cuenta entre
sus fondos con una pieza “escultórica” trabajada en el hueso
hiodes de un bóvido que representa la cabeza de una cabra montés.
Este tipo de adorno personal está relativamente extendido durante
los tecnocomplejos finales del Paleolítico superior. La
primera documentación de estos objetos de arte mueble
conocidos como contornos recortados data del Solutrense,
haciéndose algo más común “su moda” durante el Magdaleniense
medio. La propia morfología del hueso hiodes es aprovechada dada su
evidente semejanza con la forma craneal de los herbívoros.
El
contorno recortado de la cueva cántabra (más información sobre La Garma aquí) se localizó en superficie en la Zona IV
de la Galería inferior del citado yacimiento con una datación de
14.050 B.P, un depósito arqueológico sellado desde los momentos
finales del Magdaleniense. Presenta unas dimensiones de 6,19
cm de longitud y 2,35 cm de altura. El análisis de sus
características formales ha permitido determinar incluso el sexo y
la especie representados a partir de uno de los detalles grabados,
concretamente la barba debajo del hocico. El animal es un ejemplar
macho de Capra pyrinaica.
En general, la pieza ha sido tallada o más bien grabada con un alto
grado de detalle, representando todas las partes anatómicas de la
testa del animal con trazos profundos. Se distinguen perfectamente la
barba ya señalada, la boca, los orificios nasales. Merece la pena
detenerse en la representación de los ojos, en la misma se ha
incluido el lagrimal, perfectamente diferenciado de la representación
circular de los ojos. Debajo se han marcado dos líneas incisas
intentando reflejar las diferentes tonalidades del pelaje. La
fractura del hueso no ha permitido que el cuello de la pieza se
conservase completo, la misma razón explica la ausencia de las
orejas. Por el contexto arqueológico en que se localizó, posada
sobre una estalagmita de la cueva, es probable que la fractura se
produjese durante la fabricación del objeto. Por último, para la
representación de la cornamenta se aprovecha la forma del hueso
grabando con líneas incisas circulares los nudos o anillos de
crecimiento. A nivel formal cabe señalar que fue decorada con
pigmento ocre en busca de un parecido más realista con los animales
salvajes que los hombres del Paleolítico superior cazaban.
Su función ornamental se sobreentiende a partir de los restos de al
menos dos perforaciones hechas por rotación que delatan su empleo
como colgantes. La representación de Capra pyrinaica es
bastante excepcional en el registro del arte mobiliar europeo,
convirtiéndose el ejemplar de La Garma en el mejor conservado.
Habitualmente se aprovechan los huesos hiodes de los caballos, aunque
existen ejemplos de cérvidos y bovinos.
Otros contornos recortados de la Cornisa Cantábrico son el ave de
Ekain (Euskadi), la cierva de la cueva de El Juyo (Cantabria), la
cabeza de cabra de Tito Bustillo (Asturias) o los contornos de Las
Caldas (Asturias), por poner sólo algunos ejemplos. En Francia es
importante la colección de 19 contornos de Labastide que incluye la
representación de un bisonte.
La elaboración de los contornos recortados supondrían los
modelos de colgantes más elaborados del Paleolítico superior, un
poco una especie de artículo de lujo que superaría el bajorelieve e
insinuaría casi técnicas escultóricas. Son especialmente
representativos del Magdaleniense de la Cornisa Cantábrica con
claros paralelos en el Pirineo, lo que demuestra contactos a larga
distancia y una gran movilidad durante el Magdaleniense.
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